“Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer
pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan
siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.”
Oliverio
Girondo
Benditos seáis, Oliverio Girondo,
tú, y todos los hombres como tú
que sabéis hacer volar a las mujeres.
Hombres que domináis los vientos y las brisas
que sabéis de corrientes ascendentes
y de inesperadas ráfagas que urden remolinos,
vórtices y tornados
que elevan y que engullen,
que silban en callejones y ventanas
y se resuelven en suspiros y gemidos.
Benditas sean las manos de los hombres que abren
sin provocar destrozos
el corazón sedoso de la rosa
haciendo del capullo flor espléndida.
Benditas sean las bocas de los hombres
que saben instilar en el laberinto del oído
palabras tiernas y sinuosas
y desatar en cada beso una catarata estremecida.
Benditos seáis, una y mil veces,
los hombres que domináis el arte
de seducir,
de amar,
y de acompañar en su vuelo a las mujeres.